“Velamos por la profesión médica, por su ejercicio ético en condiciones laborales dignas y justas y por
la salud de los colombianos”.

Artículo 3º. Estatutos. Capítulo I

Órgano asesor y consultivo del Estado en materia de salud pública desde 1935 (Ley 67 de 1935 y Ley 23 de 1981).

En enero del 2010, mi esposo y yo recién habíamos regresado de nuestras vacaciones. Había sido un retiro anual para prepararnos para el Año Nuevo. No teníamos idea de que nuestras vidas estaban por dar un giro y que necesitaríamos ese apoyo extra; el tiempo se iba a transformar en un antes y después del cáncer.

Poco tiempo después, estaba parada en el baño mirándome en el espejo cuando sentí que algo estaba distinto en la parte baja derecha del abdomen. Le pedí a mi esposo que lo tocara; él no notó nada. Pensé que me estaba imaginando cosas. Pensé que tal vez era un músculo porque había empezado a hacer ejercicio. Más o menos una semana después, mientras estaba acostada en la cama, volví a sentir lo que parecía ser una masa dura en la parte baja derecha del abdomen. De nuevo le pregunté a mi esposo si podía sentirla; esta vez tampoco pudo. Decidí ir a la ginecóloga. Fue allí donde me recibieron con la noticia que ninguna mujer quiere escuchar: ella sospechaba que yo tenía cáncer de ovario.

Los meses siguientes se volvieron borrosos. En marzo del 2012, me sometí a una operación en la que me sacaron ambos ovarios y las dos trompas de Falopio. Después, el informe del patólogo confirmó que tenía cáncer: disgerminoma, un tipo de cáncer de ovario que típicamente afecta a las mujeres de 20 a 29 años.

Nunca olvidaré ese día cuando vino la doctora a decirme que yo tenía cáncer. Pero ella dijo: “Podemos vencerlo”. De manera similar, nunca olvidaré lo que dijo mi esposo cuando recibí el diagnóstico: “Vamos, vas a estar bien, hemos peleado contra demonios más grandes que este”. Aunque no creía que lo hubiéramos hecho, no rebatí sus palabras llenas de fe. Esas palabras y muchas otras palabras llenas de fe, de parte de familiares y amigos, serían la esperanza que iba a necesitar en las semanas que estaban por venir.

A fines de marzo, empecé cuatro ciclos de tres semanas de quimioterapia. Fue una época espantosa. Puedo recordar muchos días y noches reconociendo que Dios no me había dado un espíritu de temor, sino de amor, poder y un sano juicio. Soy una persona con muchas energías y fue difícil no tener energías para hacer las cosas que solía hacer. Nunca olvidaré las palabras de una persona cercana: “Tienes que dejar que otros te cuiden”. Esto me dio la esperanza de que habría otras personas dispuestas a ayudarme, de la misma manera en que antes yo había ayudado y dado mi apoyo a los demás. Durante el tratamiento, recibí una enorme cantidad de apoyo de familiares y amigos, especialmente con oraciones.

Meses más tarde, me vi obligada a dejar la quimioterapia debido a algunas complicaciones. Pero poco tiempo después, una resonancia magnética mostró que ¡ya no tenía cáncer!

Hoy formo parte del comité para una carrera de 5 kilómetros (Athena’s Run) en el área de Winston-Salem, en Carolina del Norte. Celebramos a aquellos que han sobrevivido, honramos a los que han muerto y alentamos a quienes están luchando contra los cánceres ginecológicos. Como sobreviviente, tengo que participar. Me han dado la oportunidad de vivir. Quiero alentar a todas las mujeres a que pongan atención a sus cuerpos y a que escuchen la voz de Dios. No tengo ninguna duda de que fue Dios el que me llevó a encontrar esa masa en la parte baja derecha de mi abdomen. Mi vida cambió para siempre. Es más plena y estoy más segura de la presencia de Dios y su poder sanador.

Cuando escuchas la palabra “cáncer”, de inmediato se puede producir un tipo de depresión que nos lleva a un lugar en el que no hay esperanza. Quiero que la gente sepa que hay esperanza, hay cura, hay vida después del cáncer.

Quiero que las mujeres conozcan su cuerpo, que realmente sepan lo que es adecuado para ellas. Pónganle atención a su cuerpo. Si hay algo que no parece estar bien, averigüen un poco más. Ustedes conocen su cuerpo.

Manténganse fuertes. Mantengan su fe y manténganse unidas a sus familias, a los buenos amigos y a las personas que las apoyarán y estarán ahí cuando las necesiten.

Fuente del contenido: División de Prevención y Control del CáncerCentros para el Control y la Prevención de Enfermedades
Tomado de: https://www.cdc.gov/