En la última clasificación de enfermedades, la Organización Mundial de la Salud casi equiparó la vejez con una enfermedad. Luego rectificó
A finales de noviembre del año pasado, Kiran Rabheru, profesor de la Universidad de Ottawa (Canadá) y psiquiatra geriátrico en el principal hospital de esta ciudad se unió con entusiasmo a una reunión online con los representantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se había corrido la voz sobre un cambio en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE o ICD, por sus siglas en inglés) que la OMS usa para estandarizar el diagnóstico de las enfermedades en todo el mundo.
En la última revisión de esa clasificación, se planteó sustituir el diagnóstico de “senilidad”, un término considerado obsoleto, por algo más amplio: “vejez”. La nueva palabra se iba a registrar en la categoría diagnóstica de “síntomas, signos o hallazgos clínicos”. Y, más importante aún, el código asociado con el diagnóstico (una designación que se necesita para registrar nuevos medicamentos y terapias) incluía la palabra “patológico”. Esto se podría haber entendido como una sugerencia de que la vejez era una enfermedad en sí misma.
Algunos investigadores esperaban con ansia esta revisión y la consideraban parte del camino hacia la creación y distribución de terapias contra el envejecimiento. Pero Rabheru temía que estos cambios solo aumentaran la discriminación por edad. En opinión de este profesor, considerar que la edad avanzada por sí sola era una enfermedad podría conducir a una atención médica inadecuada: en vez de identificar exactamente lo que estaba causando molestias al paciente, el problema podría simplemente descartarse como consecuencia de una edad avanzada.
“El quid de la cuestión es que, si la vejez aparece como un diagnóstico, existe el riesgo de que mucha gente lo use de manera inapropiada”, resalta Rabheru. Varios expertos coinciden con el profesor. “Se acumuló un gran impulso a nivel mundial para decir que eso estaba mal“, señala el psiquiatra.
Rabheru se convirtió en miembro de un grupo que pidió la reunión con el equipo de la OMS. Los que estaban de su lado presentaron sus argumentos y quedaron “muy gratamente sorprendidos” por la respuesta: una revisión formal seguida de una rectificación. El 1 de enero de 2022, se publicó la undécima versión de la CIE sin el término “vejez” en su contenido, ni tampoco con otras palabras que sugieran que el envejecimiento es una enfermedad.
La decisión no fue bien recibida por todos. “El emocionante cambio de la @OMS al definir el ENVEJECIMIENTO como una CONDICIÓN MÉDICA tratable, lamentablemente, ha sido revertido”, tuiteó el profesor de la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU) David Sinclair, quien es muy influyente y, a veces, controvertido en el campo del envejecimiento por sus audaces afirmaciones.
“Mi pregunta a los científicos y médicos que protestaron por la inclusión de la vejez en su manual es: ¿Qué es tan amenazante?”, pregunta Sinclair. “Realmente me encantaría saber sus motivos, además de tratar de mantener su statu quo“.
Sinclair también está preocupado por la discriminación por edad, pero argumenta que la mejor manera de combatirla es abordando el envejecimiento: enfrentar el problema ideando tratamientos que retrasen su avance. “La opinión actual de que el envejecimiento es aceptable es la discriminación por edad en sí misma”, resalta Sinclair.
En los años previos a la CIE-11, varios investigadores opinaban que vincular la vejez de manera más directa con la enfermedad ayudaría al campo de la investigación de la longevidad a superar los obstáculos regulatorios, allanando el camino para los medicamentos diseñados específicamente para tratar el envejecimiento.
Pero este problema se está volviendo aparentemente menos preocupante a medida que la investigación antienvejecimiento se vuelve más dominante. La Administración de Medicamentos y Alimentos de EE UU, por ejemplo, ha afirmado que no considera el envejecimiento como una enfermedad. Pero en 2015, esta agencia tomó la sorprendente decisión de dar luz verde al estudio Targeting Aging with Metformin (TAME), un ensayo clínico que tiene como objetivo demostrar que el envejecimiento se puede abordar al comprobar si el medicamento para la diabetes metformina puede retrasar el desarrollo o progresión de algunas enfermedades crónicas asociadas al envejecimiento.
Sinclair ve la decisión de la OMS como un revés temporal. “Afortunadamente, el impulso está ahí por parte de los científicos, de la sociedad, de los inversores… esto va a suceder, y los cambios en la terminología del documento no detendrán el progreso“, señala.
Aun así, a Sinclair le hubiera gustado tener el respaldo de la OMS a la noción del envejecimiento como una enfermedad: “El lenguaje es muy importante para la forma en la que la sociedad ve los problemas y las posibles soluciones”.
Este cambio puede parecer una cuestión de semántica. Pero el debate sobre la terminología de la CIE llega al corazón de las conversaciones en curso sobre el envejecimiento y si un proceso biológico que contribuye al riesgo de desarrollar una serie de enfermedades es en sí mismo una enfermedad.
Incluso los investigadores veteranos tienen dificultades para definir el envejecimiento. Simon Melov, profesor del Instituto Buck para la Investigación sobre el Envejecimiento, lo considera “una disminución de la función con el tiempo”.
Yendo un paso más allá, desde un punto de vista biológico, el envejecimiento puede entenderse como una acumulación de cambios moleculares que al final socavan la integridad y la resistencia del cuerpo. Daniel Belsky, profesor asistente de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia ve el envejecimiento desde esta perspectiva: “El envejecimiento es la causa de una enfermedad, no la enfermedad en sí misma”.
Algunos investigadores creen que no tiene sentido expresar como una enfermedad algo que es un proceso biológico normal. Para complicar aún más las cosas, Belsky señala que no hay un punto acordado en el que una persona envejece. Las personas de la misma edad pueden tener edades biológicas sorprendentemente diferentes, según los cambios observados, como el deterioro celular.
Otros especialistas afirman que si una condición es tratable, es una enfermedad. Este puede ser un argumento confuso: existen enfermedades que no son tratables y “tratamientos” para algo que no necesariamente podemos clasificar como enfermedad. Pero si ese argumento se mantiene, incluso si no existe un tratamiento para el envejecimiento en la actualidad, tal vez sea suficiente si es concebible que pueda haber uno en el futuro.
El envejecimiento no ha desaparecido por completo de la CIE-11. Todavía hay un código de extensión para las enfermedades “relacionadas con el envejecimiento”, pero en vez de definirlas como aquellas “causadas por un proceso patológico”, se indica que son “causadas por un proceso biológico”. Mientras tanto, en lugar de vejez, la clasificación utiliza como descripción diagnóstica la “disminución de una capacidad intrínsecamente asociada al envejecimiento”.
“Todo está al alcance de la mano”.
Ming Guo, directora del Centro de Envejecimiento de UCLA
Ming Guo, directora del Centro de Envejecimiento de la Universidad de California en Berkeley, ve favorablemente esta revisión por su precisión y su potencial. “Reconoce el envejecimiento y ofrece la oportunidad de pensar que hay cosas que podemos mejorar. Eso implica que podemos cambiar nuestro destino hasta cierto punto”, explica Guo, quien investiga las estrategias de reversión del envejecimiento.
El trabajo sigue adelante a pesar de todo. Silicon Valley, que tiene una larga trayectoria de inversión en la investigación del antienvejecimiento, tiene un nuevo grupo de start-ups relacionadas con la longevidad como Turn Biotechnologies y Altos Labs. Arabia Saudita planea invertir mil millones de dólares al año en la investigación para extender el ciclo sano o la cantidad de años que una persona permanece sana. Mientras tanto, los Institutos Nacionales de Salud de EE UU están solicitando activamente a los científicos que pidan fondos para investigaciones relacionadas con la edad. Cuando se le preguntó sobre el cambio de la CIE, el director científico del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE UU, Luigi Ferrucci, afirmó que era “una buena opción” porque respaldaba la idea de que “el envejecimiento tiene consecuencias funcionales”.
“La investigación, junto con el presupuesto, ha ido en aumento constantemente durante los últimos 20 años”, indica Melov. “No es la falta de dinero o una cuestión semántica del envejecimiento como una enfermedad lo que está frenando el campo”.
Más bien, lo que el campo necesita para avanzar, según Melov, son investigadores que hagan “preguntas directas y difíciles” y que puedan investigar algunas cuestiones cuando la tecnología que necesitan todavía está en desarrollo.
Melov está entusiasmado con los rápidos avances en las tecnologías, como las nuevas técnicas de microscopía o la secuenciación célula a célula, que permiten a los científicos obtener nuevos conocimientos sobre el envejecimiento a nivel celular. Es probable que haya grandes avances en los modelos de animales en los próximos dos a cinco años, señala Melov. Pero todavía se pregunta si alguna vez tendremos una terapia antienvejecimiento tan efectiva como la dieta y el ejercicio. “Incluso si tuviéramos un tratamiento que, digamos, fuera un 50% tan beneficioso como una buena dieta y ejercicio, y eso sería un fármaco muy exitoso, seguirá teniendo efectos secundarios”, considera Melov. “Entonces, ¿preferirías hacer ejercicio tres veces a la semana y comer bien o tomar esa pastilla?”
Belsky ve otra opción. “Si queremos retrasar el envejecimiento, sería bueno que todos bebiéramos agua limpia y respiráramos aire limpio”, resalta. “Ese es un primer paso en el que realmente podríamos progresar mucho”.
Otros investigadores todavía ven un gran potencial en el laboratorio. A Guo le gusta decir que quiere revertir el proceso de envejecimiento, pero su objetivo principal es evitar las enfermedades relacionadas con la edad para extender la salud humana. Guo recuerda que cuando comenzó a hablar con la gente sobre sus planes hace cinco años, no creían que fuera posible detener, y mucho menos revertir, los efectos del envejecimiento. Pero su equipo ya había demostrado que podía eliminar hasta el 95% de las mitocondrias dañadas en las moscas de la fruta. Los orgánulos se vuelven disfuncionales con la edad, lo que puede aumentar la susceptibilidad de una persona a las enfermedades relacionadas con la edad.
“Esto no es ciencia ficción”, concluye Guo. “Todo está al alcance de la mano”.
Por: Sarah Sloat | traducido por Ana Milutinovic
Tomado de: https://www.technologyreview.es/
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