“Velamos por la profesión médica, por su ejercicio ético en condiciones laborales dignas y justas y por
la salud de los colombianos”.

Artículo 3º. Estatutos. Capítulo I

Órgano asesor y consultivo del Estado en materia de salud pública desde 1935 (Ley 67 de 1935 y Ley 23 de 1981).

Patente en EE.UU., para el invento de un cardiólogo pediatra colombiano

Comunicaciones FMC | septiembre 28 de 2023

Fotos cortesía del Dr. Alberto García   

Alberto Enrique García Torres nació en Casanare, en una casa de campo en medio de la sabana despoblada. Cuando era niño tuvo que salir con su madre de esa tierra de ensueño. A caballo, recorrieron 10 horas de camino antes de encontrar la primera población. Alberto viene de muy lejos… y ha llegado muy lejos.

Se desplazó a Bogotá como lo hacen muchos colombianos: en busca de mejores oportunidades. Tenía 14 años. Allí terminó el bachillerato en un colegio público, y se hizo médico en la Universidad Nacional de Colombia. Siendo universitario recorrió todo el país, conoció muy bien la selva, los ríos. Eran salidas de campo para, entre otras cosas, recoger muestras de baciloscopia que se enviaban para el análisis hasta Bogotá y que servían para detectar y tratar la tuberculosis en las comunidades indígenas. El año rural lo realizó en Yopal, capital del llano que le dio la vida. Regresó a la misma universidad con el fin convertirse pediatra gracias a un crédito financiero del ICETEX, vinculándose al Hospital de la Misericordia. “Misericordia” que, etimológicamente, significa: miser (desdichado), cordis (corazón) y el sufijo ia; es decir, la capacidad de sentir la desdicha de los demás.

Cuando llevaba seis meses en la especialización se presentó a una convocatoria del Gobierno español para presentar el MIR (examen Médico Interno Residente) y acceder a un cupo en una especialidad en España, una especie de “entrenamiento” remunerado. Ganó el primer puesto y viajó a Europa a ser residente oficial. Ya tenía en mente dedicarse a la cardiología pediátrica, título que complementó con el de hemodinamia. Después de ocho años volvió al país por decisión propia como uno de los pioneros de la especialidad. Sabía que sería difícil porque la cardiología pediátrica era aún desconocida, los niños y niñas eran tratados por cardiólogos de adultos. La búsqueda de empleo duró un año. Sólo lo llamaban para hacer reemplazos cortos o reforzar personal médico en fechas de alta demanda. Ingresó al ya desaparecido Hospital Lorencita Villegas de Santos, que se ubicaba en Bogotá, trabajo integró a su labor docente (UNAL).

Eran muchas las limitaciones para desarrollar su especialidad, no se podía avanzar en los tratamientos, los niños no tenían cubrimiento del sistema de salud. En esas condiciones no sabía qué era peor: diagnosticar la enfermedad de un niño y no poder hacer nada, o no enterarse y continuar. En esa época se creó la Fundación Cardio Infantil, institución que lo contrató — en la que labora actualmente—, y en la que encontró un mejor marco de desempeño profesional como especialista. Desde ahí se unió al grupo de Ingeniería biomédica de la Universidad de los Andes. Ya son treinta años de investigación con este equipo, el mismo que hizo posible la invención de un catéter en forma de herradura y un novedoso procedimiento para la angioplastia del conducto arterioso en recién nacidos, dispositivo que obtuvo el pasado mes de agosto la patente de la Oficina de patentes y marcas registradas de los Estados Unidos.

La Federación Médica Colombiana felicita al doctor Alberto Enrique García Torres y resalta su labor con esta entrevista telefónica realizada hace unos días:

Doctor Alberto, ¿qué lo llevó a elegir la pediatría?

Desde siempre he considerado que los niños son una población muy vulnerable, según la lógica económica del sistema ellos no son muy rentables, tal vez porque no son productivos. Los niños enfermos son vistos como pacientes de menos valor.

¿Cómo ha sido el desarrollo de la cardiología pediátrica en Colombia?

La cardiología pediátrica tiene una inmensa variedad, muy interesante desde el punto de vista del manejo y el enfoque. A diferencia del corazón de los adultos que permanece más o menos igual hasta los 40, 50 o 60 años cuando empiezan a aparecer los problemas, los niños pueden nacer con alteraciones muy variables en su corazón. Desde el punto de vista científico se pueden modificar las estructuras cardiológicas para que los niños sobrevivan.

Es una especialidad que no se ha desarrollado lo suficiente en el país. Cuando regresé de España en 1988 no encontré casi nada al respecto, no había ni los recursos ni la mentalidad, no encontré pares académicos para trabajar en esa área. En la Universidad Nacional no había nada parecido. Allá nunca encontré personas que se interesaran ni que entendieran la importancia de ofrecer un programa de ese tipo. Incluso hoy hay muy poco, está en pañales. La Fundación Cardioinfantil es quizás la única que la ha impulsado con fuerza (infraestructura, tecnología). Es que la atención de los adultos siempre se ha robado la atención de los niños. En general, las especialidades pediátricas son unas marginadas de la medicina.

Acabo de llegar del 8vo Congreso Mundial de Cardiología Pediátrica y Cirugía Cardiovascular Pediátrica (8th World Congress of Pediatric Cardiology and Cardiac Surgery 2023) que se realizó en Washington D.C. Firmamos un manifiesto (ver abajo) de alcance internacional en el que expresamos la importancia de que los gobiernos tomen la bandera de la atención de las enfermedades cardiacas de los niños. Es un problema muy grave. Preocupa la negligencia y la falta de acceso a la atención en niños con cardiopatías congénitas en países como el nuestro. Por eso en el documento se hace un llamado urgente a la acción para proteger y promover la salud de esos pacientes. La prevalencia de las cardiopatías congénitas es de 1 por cada 100 niños en todo el mundo. Cerca de la mitad de estos niños requerirán intervenciones médicas en su vida, y una cuarta parte de ellos la necesitará en el primer año de vida para sobrevivir.

Sobre el catéter que usted inventó junto a Juliana Sánchez Posada y Juan Carlos Briceño, del Departamento de Ingeniería biomédica de la Universidad de los Andes, cuéntenos, ¿cómo funciona?

Con la Universidad de los Andes hemos desarrollado dos patentes. La primera, de un dispositivo para cierre del ductus arterioso. El ductus arterioso es la enfermedad más común y necesita tratamiento. Inicialmente se cerraba con unos resortes especiales, con esos cerramos unos 2 mil en este país. Pero esos dispositivos dejaron de ser rentables para los fabricantes. Ahora tenemos que usar unos muy costosos. Con la universidad tenemos la patente de un dispositivo económico, efectivo y fácil de poner, algo que sabemos que funciona muy bien y que está avalado por la literatura científica, pero no hemos encontrado las condiciones industriales para desarrollarlo como innovación tecnológica. Producirlo en Colombia abarataría costos.

La segunda patente (obtenida en Estados Unidos y en Colombia) se logró con el catéter guía en forma de herradura para realizar angioplastia del ductus arterioso en pacientes recién nacidos y lactantes. Es un dispositivo diseñado para entrar al ductus, generalmente tortuoso, de los recién nacidos con enfermedades cardiacas que dependan del ductus para tener flujo en los pulmones. El catéter, por su forma de herradura, logra colocar el stent, asegurar el flujo pulmonar y salvar la vida de los niños que nacen con problemas cardiacos graves.

Imágenes tomadas del Instagram del Dr. Alberto García @dralberto_garcia

Para desarrollar estas patentes necesitamos apoyo del gobierno nacional. Ya hemos hecho contactos con una empresa privada de productos médicos de alta tecnología. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación nos entregó unos aportes económicos con los cuales pudimos sacar la patente en Estados Unidos y fabricar una máquina para producir el catéter. Y ahí vamos.

Para terminar, quisiéramos preguntarle: ¿considera usted que en un sistema de salud enfocado en la Atención Primaria en Salud (APS) este tipo de desarrollo científico queda desplazado?

No. Y qué bueno que me lo pregunta. Yo inicié las brigadas de la Fundación Cardioinfantil en 1996, en Cartagena, con aliados de la región para ayudar a los niños con enfermedades del corazón. Aquí a Bogotá llegaban los niños muy enfermos, y tomamos la decisión —con el apoyo de la oficina de Relaciones Públicas— de ir a sus lugares de origen y buscarlos antes de que se agravaran. Así empezaron las brigadas. La atención primaria en salud es fundamental, porque permite ir a buscar a los niños enfermos al sitio de residencia y comenzar los tratamientos a tiempo. En esas brigadas uno se encuentra con historias muy impresionantes como la de una mujer indígena que viajó 15 horas con su hijo desde la Alta Guajira hasta Cartagena para que le atendiéramos a su niño. Lo diagnosticamos y lo trajimos para Bogotá. Es una cadena perfectamente sólida desde que se detecta al paciente hasta que se trae aquí. Sería ideal tener un programa organizado desde el Ministerio de Salud para elevar el nivel de educación sobre enfermedades cardiacas en niños y neonatos, para que los médicos de las regiones tengan formación a través de diferentes medios y redes.

Alberto Enrique García Torres, nacido en Casanare, cardiólogo pediatra y hemodinamista, ha llegado lejos. Ama la medicina por encima de todo, y eso se nota en su pasión para investigar, educar, comunicar (en su Instagram @dralberto_garcia muestra historias de tratamientos exitosos y difunde conocimientos), tratar a sus pequeños pacientes y acompañar familiares en el camino de la enfermedad y de la recuperación.

Fotos cortesía del Dr. Alberto García